PRINCIPIOS DE NO-FILOSOFÍA

PRINCIPIOS DE NO-FILOSOFÍA

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La no-filosofía suscita más que esbozos, menos que una realización sistemática: un tratado del método. Estos Principios presentan sus axiomas fundamentales, sus operaciones y sus objetivos. Culminan y sistematizan las tentativas precedentes de este modo de pensamiento. Exhiben sus motivos últimos, disipan algunas de sus oscuridades y terminan de armar el rompecabezas.

Como no-epistemología o teoría unificada del pensamiento, la no-filosofía es una pragmática y una teoría que vale lo mismo para la filosofía que para la ciencia, es decir, para la filosofía de la ciencia y la ciencia de la filosofía. Como teoría no-cartesiana del sujeto, disipa las confusiones del Ego y del sujeto y plantea su dualidad unilateral, la del Ego y de la fuerza (de) pensamiento. Como práctica del duálisis, renuncia al análisis tanto como a la síntesis. A diferencia, en fin, de la filosofía (como pensamiento del Ser) y de sus deconstrucciones (como pensamientos del Otro), es un pensamiento del Uno. Ya no una pretendida “ciencia del Uno” sino un pensamiento según-el-Uno o la visión-en-Uno.

La no-filosofía no pretende “superar” o “reemplazar” a la filosofía –por el contrario–, sino solamente suspender la fe filosófica y, asimismo, acompañarla como el saber acompaña a su objeto.

EL AUTOR

François Laruelle es un filósofo francés, ex miembro del Collège international de philosophie y de la Universidad de París X: Nanterre. Laruelle lleva publicando desde la década de los 70 y actualmente tiene alrededor de veinte títulos publicados.

Laruelle argumenta que todas las formas de filosofía (desde la filosofía antigua a la filosofía analítica, y la deconstrucción y sus derivados) están estructuradas alrededor de una decisión previa y permanecen constitutivamente atadas a esta decisión. La “decisión” que Laruelle desarrolla aquí es la división dialéctica del mundo para entenderlo filosóficamente.

LA CRÍTICA

La marcada singularidad de Laruelle radica en que bien podría ser el primer filósofo europeo en cuyo trabajo la innovación sustantiva ha sido decididamente sacrificada en nombre de la invención formal total. Este es una forma educada de decir que, a diferencia de sus colegas más ilustres, Laruelle no solo no hace innovadoras afirmaciones filosóficas sobre el ser o la verdad o el conocimiento; tampoco tiene mucho que decir sobre la historia, la ética, el arte o la política: o por lo menos nada que pudiera tener sentido fuera de los parámetros de su propio aparato teórico extremadamente abstracto. Las deliciosas y “sustanciales” golosinas con que habitualmente se apacigua el apetito de concreción por parte del público están completamente ausentes en su trabajo. “Muéstrenme un ejemplo de un ejemplo, y renuncio a este libro”, bromeó Laruelle en alguna ocasión.

Los que creen que la invención formal debe estar subordinada a la innovación sustantiva sin duda encontrarán repelente el trabajo de Laruelle. Los que creen que la invención formal que nos libera de las constricciones de la innovación sustantiva –transformando de paso a esta– continúa siendo un digno reto filosófico, pueden encontrar vigorizante el trabajo de Laruelle.

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