Teleoplexia, Tánatos y remanente carbónico. El antihumanismo del CCRU

Por Abraham Cordero Rodríguez

Una de las composiciones más interesantes salida de la teoría-ficción del CCRU consiste en la exploración de diferentes formas de explicar la historia de la inteligencia planetaria desde una visión alejada del biocentrismo, la evolución de dicha temática acaba generando un universo propiamente lovecraftiano que discurre a través de temáticas ciberpunk y un marcado antihumanismo. La importancia del CCRU en el nacimiento del aceleracionismo es incuestionable, y aun así sigue resultando complicado explicar cómo de una formulación catastrofista, claramente teleológica y de una virulencia desatada, han podido emerger propuestas como las distintas denominaciones —articuladas como proyectos emancipatorios— del aceleracionismo, pareciendo dejar estas a un lado sus propios orígenes.

Los intentos por parte de Land y el CCRU de tratar la cuestión acerca del hombre y el Afuera eliminando la posición privilegiada del hombre otorgada a este en las filosofías del acceso, el intento por parte de estos de «deshumanizar» la verdad, es lo que lleva a sus integrantes a postular un acercamiento a la cuestión que, desde un punto de vista académico, resultaría cuanto menos risible a primera vista. Sin embargo, este acercamiento no es sino el producto lógico del desencanto con una forma de hacer filosofía considerada estéril. En definitiva, el CCRU es el grito agónico de unos pensadores castrados por la sistematicidad, por un reduccionismo humanista totalitario que es percibido por ellos mismos como una enfermedad.

El problema está claro: el hombre se engaña a sí mismo, no hay posibilidad de agencia alguna, el mundo ni siquiera devuelve una mirada de desolación al hombre, no hay salida.

Esta cuestión marcará posteriormente la agenda de los distintos modelos de pensamiento que han surgido prácticamente como reacción a las consecuencias finales del CCRU y, concretamente, del pensamiento de Nick Land. Desde estos movimientos (ya hablemos de inhumanismo, aceleracionismo, realismo especulativo, etc.) se trata de responder a las formulaciones catastrofistas, en ocasiones incluso delirantes, del CCRU.

Land, en Teleoplexy. Notes on acceleration[1], nos deslinda al ser humano como la fuerza laboral de la modernidad tardía que comienza a ser controlada por una inteligencia tecnológica que se abre paso a través de la infoesfera, la técnica piensa, creyeron que intentaba hablar humano. Se trata de un recurso extendido a lo largo de todos los Escritos del CCRU, la humanidad es un títere de elementos que escapan a su comprensión, pero el viaje únicamente es comprensible a través de la exploración de dichos límites.

La técnica suprime lo humano, se trata de una revolución shoggótica, y con ella la eliminación de cualquier exterior al capitalismo, una inmanentización en la cual pasan a circunscribirse todos los procesos que denominamos vida, y cuya realización pasa por lo teleopléxico. La teleoplexia es un neologismo que alude a la escalada autoreforzada de los procesos cibernéticos y su intensificación; se trata de una teleología invertida (o deutero-teleología, según Land) que es indistinguible de una teleonomía. ¿Qué se pretende? Indiciar la no-necesaria-disociación entre desorden y agencia, o dicho de otro modo, mostrar que los procesos de reorganización complejos no-reglados han de poder asociarse con un posible agente inteligente en contraposición a la visión de la inteligencia como una característica propia de los procesos complejos ordenados, puesto que la negación de inteligencia en los primeros se daría en base a una visión privilegiada del hombre.

El aceleracionismo nace de las tensiones de la teoría-ficción del CCRU, y pervive en tanto que su objeto es, precisamente, el objeto de lo teleopléxico construido a través de flujos de mercado atravesados por lo hipersticional, postulándose desde aquí, pues, un naturalismo tecnológico. Catástrofe teleológica autocompletada, el colapso del sistema como fin propio, ello viene desde el futuro.

Desde el CCRU se desarrolla la teoría de la geotraumática, a través de la cual se pretende explicar la historia de la existencia terrestre como una progresión desde un punto primario de «trauma cósmico», negando cualquier distinción entre geología, aritmética, biología o lingüística. Land contrapone al trauma de raíz accidental freudiano una tensión anorgánica, es decir, la posibilidad de aparición de procesos complejos cuyo origen se vislumbra inexplicable desde una casuística del orden.

Para explicar la teoría de la geotraumática, desde el CCRU se lanza un texto de teoría-ficción en el que un investigador de «semiótica anorgánica», Daniel Barker, es impelido —desde la teoría de la información— a mejorar las bases teóricas del análisis de señales, «Querían saber cómo discriminar —en principio— entre la comunicación inteligente y los patrones complejos derivados de fuentes no inteligentes. Resumiéndolo mucho, para mí, cada vez era más obvio que, aunque decían estar buscando inteligencia, lo que realmente andaban buscando era organización»[2]. La problemática del texto gira en torno a la posibilidad de catalogar diferentes niveles de inteligencia, y de la complejidad de cuantificar multiplicidades desorganizadas, o procesos complejos no-reglados.

El fin último del experimento es contemplar la evolución del hombre, y de la vida en general, como un conjunto de accidentes geológicos, entendiendo que incluso la propia voz humana surgiría de varios accidentes concatenados dentro de la evolución homínida.

En definitiva, se trata de pensar una historia no-lineal de la multiplicidad y la mutación desde posturas que bien se acercan a la ficción, como podría ser el caso de la posible contemplación del lenguaje como un virus por parte de William Burroughs, cuyo pensamiento también es tratado con detalle en los Escritos, hasta posiciones que han tratado de abrirse paso en campos como la biología, la inteligencia artificial, la robótica o la futurología, como sería el caso del experto en robótica Hans Moravec, quien rescata la propuesta acerca del origen de la vida del controvertido químico orgánico y biólogo Cairns-Smith, que plantea la posibilidad de que la vida surgiese a partir de la asimilación carbónica de los mecanismos reproductivos de unas arcillas o complejos cristalinos originarios que, mediante complejos procesos de variación y selección, habrían dado lugar a las primeras cadenas de ADN carbónicas, asumiendo posteriormente estas poco a poco la totalidad de los procesos reproductivos e independizándose, originando lo que hoy conoceríamos como el origen de la biosfera; lo que se traduciría como un trauma planetario en el lenguaje especulativo de la geotraumática, dado que esta transformación podría identificarse con un proceso complejo no-reglado sin agencia alguna, lo que traduciría el «milagroso» origen de la vida como, realmente, un movimiento de una inteligencia no-ordenada. Sin embargo Moravec iría aún más allá y sostendría, desde la teoría de la información, que hoy nos encontramos en el preludio de una nueva transformación de las formas de reproducción (o transmisión de información), preludio del fin de la hegemonía de las formas carbónicas que vendrían a ser sustituidas por otro tipo de maquinaria no orgánica, puesto que al fin y al cabo aquello que llamamos vida no dejaría de ser maquinaria orgánica.

Desde el CCRU se rescata a Moravec a través de la teoría-ficción para plantear desde la geotraumática la existencia de un proceso complejo no-reglado que no por ello no gozaría de agencia, sino que se presumiría realmente inteligente y que gozaría de agencia en la inserción traumática de la mutación de las formas de transmisión de información (o formas de reproducción); el organismo, el propio socius, se encuentra dentro del inconsciente maquínico, como multiplicidad pura sin aspiración de unidad, y a través de la ruptura del ciclo de (des/re)territorialización a favor de la fuerza desterritorializadora se daría la aparición de una nueva inteligencia planetaria distante de las formas de vida de carbono, lo que en Land se traduce como la automatización del capital, el surgimiento de la IAG, o la aparición de la singularidad.

Los procedimientos a través de los cuales se introduce la supresión de la biosfera en favor de la automatización del sistema capitalista —sistema que para Land ha asumido la totalidad (pero que no es totalizable)— se dan a través de la infiltración de Tánatos a través de Eros. Cabe mencionar que para Land, contrariamente a Deleuze, la axiomática de la cibernética se reduce a la automatización. Las nuevas formas de reproducción se trasladan al ciberespacio, que llega como una ruptura literal del espacio kantiano. El ciberespacio para Land es definitivamente algo físico y no una especie de plano de realidad ideal/alternativo, si entendiésemos por lo real una constante de flujos de información la única diferencia constatable vendría dada por la «cantidad» de datos en circulación, la decodificación de flujos a través de la desterritorialización trae finalmente consigo la desaparición del socius, de lo humano, constituyéndose finalmente el mundo sin nosotros. Las nuevas formas de transmisión de información no dependen de procesos bióticos, estamos siendo invadidos. ¿Qué deriva de esta infiltración? La desmantelación de la estructura patriarcal por parte de las nuevas políticas identitarias y las nuevas formas conectivas procuradas a través del ciberespacio se traducen en la eliminación progresiva de la reproductividad carbónica. Eros es reprogramado por Tánatos. El control de la mujer y su matriz reproductiva escapa de las formas patriarcales (normativas) del macropod a través del feminismo (sentando esta fracción de la teoría de Land parte de la base del aceleracionismo de género o G/Acc, así como de algunos postulados del xenofeminismo), sin embargo no se trata ni mucho menos de un proceso emancipatorio como se defendería desde ciertas posiciones, se trata, al contrario, de un movimiento propio del sistema. El capitalismo rosa desnormaliza la persecución de la anulación del ciclo reproductivo por parte del colectivo LGBTI, es decir, normativiza e integra dentro de sí a este último. El capitalismo tardío, en su controvertida forma neoliberal, destruye a Edipo desterritorializando la familia, el consumo de pornografía (incestuosa) aumenta de forma vertiginosa, la aparición de simuladores virtuales como Second Life abre la posibilidad de trasladar incluso lo propio de las relaciones sexuales a la máquina (no-biótica), la llegada de streamers con avatares virtuales y su ulterior prostitución a través de plataformas como onlyfans reencauza el deseo hacia entidades salidas del anime y/o el manga, el algoritmo toma el control del usuario, la máquina sabe/crea lo que deseas, se trata de la inmanentización del mercado, no hay salida.

La contemplación de esta infiltración como algo puramente inhumano se debe precisamente al avance ininterrumpido de la escalada ciberpositiva, uno de los verdaderos ejes del aceleracionismo —y que encuentra sus raíces en Land y el CCRU— dado que elimina lo espacio-navegacional en favor de lo temporal, un tempo de lo inhumano, en definitiva, una teleoplexia, y debería ser este uno de los puntos nucleares de cualquier movimiento prestado a llamarse aceleracionismo, o cualquier movimiento deudor al CCRU. En definitiva, lo que acaba derivando del intento de deshacerse de lo que podría verse como el remanente carbónico de una inteligencia en fuga, no es sino la llegada de la singularidad tecnocapitalista.

[1] LAND, Nick, “Teleoplexy: Notes on Acceleration”, en Armen Avanessian y Robin Mackay (eds.), #Accelerate: The Accelerationist Reader, Falmouth: Urbanomic, 2014, pp. 509-520.

[2] CCRU, Escritos 1997-2003, Segovia: Materia Oscura Editorial, 2020, pp. 176-177.

MARISA ARRIBAS